«Sedas de al-Ándalus de la Colección Lázaro Galdiano» en el Instituto del Mundo Árabe de París


Con motivo de la exposición Sedas de al-Ándalus de la Colección Lázaro Galdiano, que tiene lugar en el Instituto del Mundo Árabe de París, desarrollamos en este artículo una breve historia de la manufactura textil de la seda en al-Ándalus. Amparo López Redondo, comisaria de la exposición, hace un recorrido por las sedas de al-Ándalus desde el siglo XIII hasta el XVI.

Tejidos de al-Ándalus de la Colección Lázaro Galdiano en el Instituto del Mundo Árabe de París
Tejidos de al-Ándalus de la Colección Lázaro Galdiano en el Instituto del Mundo Árabe de París

Las sedas de al-Ándalus reunidas en esta exposición fueron creadas por una importante industria que alcanzó en la península ibérica un alto grado de pericia, especialización, complejidad y creatividad entre los siglos XIII Y XVI. Esta industria abastecía el boato de las cortes cristiana y musulmana, aderezaba sus embajadas y nutría un fuerte comercio exterior, sirviendo además de vehículo de comunicación cultural como ninguna otra de las artes industriales.

Los restos que se conservan son muestra de los que utilizaron los monarcas, la nobleza y el clero, tanto cristiano como musulmán y han llegado a nosotros como ajuares funerarios de personajes ilustres u ofrendas y envoltorios de reliquias conservados en las iglesias.

Estos tejidos alcanzaron nuevo valor en el siglo XIX con el resurgir de la industria textil, el nacimiento de las sociedades cívicas y la creación de los museos y cobraron interés también entonces para los coleccionistas privados entre los que se encontraba José Lázaro Galdiano, cuya colección se expone en esta ocasión.

Exposición "Sedas de al-Ándalus de la Colección Lázaro Galdiano" en París
Exposición «Sedas de al-Ándalus de la Colección Lázaro Galdiano» en París. Foto: ©emmanuelsomot

El término al–Ándalus asociado a la Península Ibérica aparece por primera vez en una serie de dinares acuñados en el año 98 de la Hégira. Con la incursión en 711 en la Península de tropas musulmanas, dependientes del emirato de Bagdad, se inicia un proceso de coexistencia cultural que se prorrogará con diferentes mapas políticos y muy diversos modos de convivencia hasta el año 1492, momento en que los Reyes Católicos firmaron con Boabdil las capitulaciones del reino nazarí de Granada.

Entre las muchas aportaciones que los musulmanes introdujeron en la Península se encuentra la manufactura textil de la seda, que vivió en este periodo histórico un momento de esplendor sin parangón en ninguna otra artesanía occidental.  La producción textil se regía desde el tiraz real generando una compleja organización social que afectaba tanto al campo como a las ciudades. Algunos textos de la época como El calendario de Córdoba, de Arib B. Saadla (961) describen las tareas de la sericultura; Al-Idrisi (1154) menciona que más de 3000 poblaciones en Jaén y 800 en Almería se dedicaban a ella;  Ibn Jaldun (1332-1406) nos ilustra sobre el tiraz de Fez organizado a imagen del nazarí de Granada y al- Maqqari (1576-1632), en sus Analectas, describe la gran variedad de tejidos y el número de personas que se ocupan en estas tareas.

Exposición en el Instituto del Mundo Árabe en París
Exposición en el Instituto del Mundo Árabe en París. Foto: ©emmanuelsomot

Esta industria se instituyó como un monopolio real, semejante a la acuñación de monedas. Gracias al Muqtabis de Ibn Hayyan conocemos la visita del califa Alhaken II a la Dar al tiraz de Córdoba el 6 de septiembre de 972, el taller textil de la casa real.

Hasta el siglo XIII, los escasos restos conservados y las pobres noticias existentes, sólo nos permiten hablar de una industria suntuaria de excelente calidad que trabajaba la seda y el oropel con pericia. El descubrimiento en 1942, por la Comisión Real de Monumentos dirigida por Manuel Gómez Moreno, de los enterramientos del Real Monasterio de Las Huelgas, ofrece un interesante panorama. En la apertura de los sepulcros, pudo observarse que la corte cristiana iba ataviada con vestiduras islámicas e, incluso, dejaban descansar sus restos mortuorios sobre almohadones con la inscripción No hay más divinidad que Al-lāh. Entre los ropajes encontrados, todos de origen islámico, aunque no todos peninsulares y algunos de ellos fabricados por mudéjares, destacan los del hijo de Alfonso X, Fernando de la Cerda -muerto en 1278-, que, tal vez por ser el único no profanado por las tropas francesas en el siglo XIX, mantenía una indumentaria riquísima y completamente ajustada a la moda musulmana.

Exposición de la colección de sedas de al-Ándalus del Museo Lázaro Galdiano en París
Exposición de la colección de sedas de al-Ándalus del Museo Lázaro Galdiano en París. Foto: ©emmanuelsomot

Precisamente a Alfonso X (1252-1284) debemos el mayor testimonio gráfico de los usos de los textiles islámicos en el siglo XIII en la península: las iluminaciones del manuscrito del Monasterio del Escorial de Las Cantigas de Nuestra Señora muestran que ya desde esa época la industria no era sólo suntuaria sino que vestía a personas de diversa condición; los tejidos se usaban también como enseña militar, para compartimentar el espacio, para cubrir suelos y lechos y, en general, hacer la vida más confortable.

En época nazarí la industria altamente especializada con los telares de tiro y el uso del lampás, se regula desde su origen. Entre las ciudades productoras destacó Almería que, según al-Maqqari, era superior a otras provincias del mundo por la diversidad de sus manufacturas. Para fabricar el tiraz (tela delicada sobre la que se escribe el nombre del sultán o sus alabanzas) se empleaba un gran número de tejedores, más de ochocientos talleres; para los tejidos de calidad inferior como el hulul y los brocados se empleaban no menos de mil tejedores; otros tantos para los tejidos llamados gurguni e isfa hani y otro tanto para los attabi; así mismo los talleres dedicados a la fabricación de dimasqui para cortinas y turbantes de las mujeres.

Vídeo sobre la fabricación de sedas en la exposición en París
Vídeo sobre la fabricación de sedas en la exposición en París. Foto: ©emmanuelsomot

La eficacia de esta industria y de su sistema de aranceles e impuestos fue tal que, una vez conquistada Granada, los Reyes Católicos impusieron la gestión indirecta de la misma por medio de arrendamientos e intentaron controlar la alcaicería, permitiendo en un principio la participación de los mudéjares por medio de un hafiz, nombrado por ellos. Gracias a este sistema se mantuvo casi un siglo de floreciente industria. Sin embargo, el creciente incumplimiento de los acuerdos, los abusos de los arrendadores y el contrabando por parte de los moriscos dieron al traste con el sistema.

El Cardenal Cisneros impone el bautismo obligatorio en 1501 y pocos años más tarde, en tiempos de la reina Juana, se hizo el primer intento de que los moriscos abandonaran su traje.

Tejidos y marfiles de al-Ándalus del Museo Lázaro Galdiano.
Tejidos y marfiles de al-Ándalus del Museo Lázaro Galdiano. Foto: ©emmanuelsomot

El enfrentamiento entre católicos y protestantes en el XVI recrudeció la intransigencia religiosa en toda Europa. Las crecientes necesidades pecuniarias de la monarquía española, que se enfangó en guerras contra los reformistas, favoreció a partir de la bancarrota de 1557 una política de incremento impositivo que provocó una importante crisis en los sederos e incitó el levantamiento de 1568 de Las Alpujarras, duramente reprimido en 1571. Después de ese momento la política de acoso a los moriscos fue continua hasta concluir en la ignominiosa expulsión de la Península en 1609, que acarrearía entre otras muchas desgracias, el final de una industria que desde el siglo X fue afamada y contribuyó al progreso cultural y social de la Peninsula.

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Texto: Amparo López Redondo | Conservadora Jefe | Museo Lázaro Galdiano

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