Blog oficial del Museo Lázaro Galdiano – Nueva entrega de la serie de entradas Las mejores pinturas de Goya en el Museo Lázaro Galdiano. En esta ocasión Carlos Saguar, secretario de la revista de arte Goya, nos hablará de La Magdalena penitente, obra que, según sus propias palabras «por su indudable atractivo debiera gozar de mayor popularidad».
La Magdalena penitente de Goya, por Carlos Saguar Quer
Entre la espléndida colección de obras de Goya reunidas por José Lázaro figura un lienzo de gracia y delicadeza aún dieciochescas, perfectamente conservado, que por su indudable atractivo debiera gozar de mayor popularidad. Me refiero a La Magdalena penitente (Inv. n.º 2000; 0,64 x 0,55 cm). La procedencia de dicha obra puede seguirse prácticamente desde su origen, pues aparece mencionada en el inventario de los bienes del ingeniero Francisco Casado de Torres, yerno de Sebastián Martínez Pérez, primer propietario de la pintura y amigo personal de Goya desde su estancia en Cádiz: “nº 42 – La Madalena de Goia, alto tres cuartas, ancho dos tercias”, valorado en 1.000 reales. Casado recibió este cuadro –al igual que otras obras de Goya, entre ellas el magnífico retrato que había pintado a su suegro en 1792, y la Santa Rufina de Velázquez– de manos de su cuñada, Catalina Martínez Errecarte. Posteriormente, el lienzo formó parte de la colección madrileña del banquero León Adolfo Laffitte, bien nutrida de obras del aragonés. A principios del siglo XX, sus herederos vendieron el cuadro, que pasó primero a la colección de Julius Böhler, de Múnich, y de ésta a la de Paul Mersch, vendida en la Galería Georges Petit de París el 28 de mayo de 1909, donde debió ser adquirida por Lázaro.
Curiosamente, cuando el cuadro se hallaba en poder de Laffitte se creía Retrato de la Duquesa de Alba (!!), mientras que en la subasta de la colección Mersch aparecía como Retrato de mujer de medio cuerpo. Tan extrañas denominaciones vienen propiciadas por el cuidado que puso el pintor en disimular los atributos iconográficos de la imagen: no sólo omite el pomo de perfumes sino que sitúa la cruz –una cruz rústica resuelta con dos simples trazos negros– en una zona sombría donde pasa prácticamente desapercibida, y el libro se apoya sobre una forma redondeada y lisa que tanto podría ser una piedra como una calavera. El resultado es una visión desdramatizada, cargada de poesía y sensualidad. La santa –como en el perdido cuadrito de Correggio de la Gemäldegalerie de Dresde– se nos presenta como una apacible lectora que, más que reflexionar sobre los textos sagrados, parece abismada en los Idilios de Gessner, saboreando, en pose emblemática, los dulces placeres de la melancolía.

Su anatomía de formas plenas y rotundas, su piel luminosa y nacarada, su espléndida melena rubia y el tono sonrosado de las mejillas no denotan aún los rigores del ayuno, sino, como dijo Camón Aznar, una “fragante seducción femenina”, “tan moderna que parece un Renoir”. De hecho, un dibujo de la Albertina en el que Renoir representa a una muchacha de medio cuerpo, con similar actitud y expresión meditabunda, podría haber sido sugerido por la contemplación del cuadro de Goya mientras éste se hallaba en la colección Mersch.

El rostro de María Magdalena es del tipo convencional –de facciones redondeadas y boca pequeña– que suele utilizar Goya cuando no se enfrenta a un retrato. El libro, por otra parte, está pintado con la misma franqueza de trazo que los papeles que reposan sobre la mesa en el retrato de Jovellanos del Prado.
Como ya sugiriera Desparmet, el cuadro debió ser realizado hacia 1798, fecha muy adecuada si tenemos en cuenta las relaciones más que evidentes con los frescos de San Antonio de la Florida. Por entonces, Sebastián Martínez ostentaba en Madrid el cargo de Tesorero General y Consejero Real.
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Texto: Carlos Saguar Quer | Maquetación y tratamiento de imágenes: Jose Mª Martín Écija
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bellisimo !!!!!!!!!!!! que inspirador todo el movimiento cultural .
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Nos alegra mucho que te guste Claudia, viniendo de una «Florido», significa mucho para nosotros. Un saludo
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magnificas obras de arte, da belleza y encanto al lugar, un saludo especial de Adriana Beatriz Benavídez Florido
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Muchas gracias por tu amable comentario Adriana y un saludo muy especial para ti que tienes un apellido tan significativo para nosotros.
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