Con motivo de la exposición Colección Lázaro de Nueva York (que se puede visitar en el Museo Lázaro Galdiano hasta el próximo 20 de marzo) iniciamos una serie de entradas dedicadas a la estancia de Lázaro en Estados Unidos y a la notable colección que allí consiguió reunir. Estos textos forman parte del catálogo de la exposición que se puede descargar gratis en la página web del Museo.

La llegada de José Lázaro Galdiano a Nueva York
Vengo a los Estados Unidos para “ver cómo era la paz”.
José Lázaro, preocupado por el inicio de la II Guerra Mundial y por la situación española al término de la guerra civil, aconsejado por sus amigos franceses decide marcharse a los Estados Unidos. Llega a Nueva York el 9 de noviembre de 1939, con setenta y siete años, a bordo del transatlántico Rex y escoge esa ciudad como lugar de residencia hasta su vuelta en marzo de 1945.
Fija su domicilio en el Hotel Pierre de la Quinta Avenida, cercano a las galerías de arte más importantes de Nueva York, como las Hammer, Demotte, Shaeffer, Durlacher Bross., Parke-Bernet o Wildenstein, donde organizó la exposición Lucas and his son que inauguró en marzo de 1942. A su llegada, Lázaro entró en contacto con el Institute of Fine Arts gracias a la amistad que mantenía con su fundador y director, Walter W. S. Cook (1888-1962), especialista en arte medieval español, al que había conocido en alguno de los frecuentes viajes que Cook realizó a Europa. Fue este quien le puso en contacto con coleccionistas norteamericanos, museos y galerías de arte. Al poco de su llegada Cook le organizó una visita a la Kress Foundation, creada en 1929 con los fondos legados por Samuel H. Kress; le gestionó entrevistas con directores de museos, como Paul J. Sachs, en esos momentos al frente del Fogg Arts Museum de la Universidad de Harvard; y le facilitó las visitas a museos e instituciones de Washington, Cleveland, Toledo, Chicago o Detroit.
También contó con el apoyo del pintor e historiador Walter Pach (1883-1858), con el que había mantenido correspondencia reciente pues Pach quería que Lázaro hubiera participado, como expositor, en la muestra Masterpieces of Art que se inauguró en marzo de 1940.

La estancia en Nueva York
La admiración que Lázaro sentía por Goya, hizo que Daniel Catton Rich, director del Art Institute de Chicago, le pidiera reunirse con él para hablar de una exposición que tenía prevista para 1941, Paintings, Drawings and Prints: the Art of Goya, reunión que no tuvo lugar porque, a los pocos días de fijar la cita, Rich murió en un accidente.
Conocido por muchos galeristas el propósito de Lázaro de comprar piezas de arte españolas y europeas, principalmente de los periodos medieval y renacentista, con los que incrementar su colección de arte y bibliofilia, inmediatamente le llegaron ofertas, como la de James St. L. O’Toole, a quien seguramente ya conocía por tener galería abierta en París y Venecia. Y así, rápidamente, fue integrándose en el círculo cultural neoyorquino.
Se convirtió en un asiduo visitante de las galerías Shaeffer, Kende y Parke-Bernet, en las que adquirió buena parte de las piezas que forman la Colección de Nueva York, a excepción de las obras procedentes de la venta Hearst, que compró en la galería Hammer en enero de 1941, algunas de ellas excepcionales, como la Madonna Cernazai de Niccoló di Giovanni Fiorentino.
Además de comprar obras, de visitar colecciones y museos, impartió alguna conferencia en el Institute of Fine Arts como la leída el 18 de mayo de 1944 que versó sobre La elegancia de la raza española. La joyería y la orfebrería, muy elogiada por la prensa: “Brillantemente, el orador, con la autoridad y el conocimiento que le dan el ser uno de los primeros coleccionistas mundiales de arte, y sobre todo de arte español, estudió el atavío y adorno femenino como símbolo de civilización, situando sus fundamentales desarrollos en los tiempos ibéricos de las colonizaciones fenicia, griega, romana, goda y árabe. España –dijo Lázaro– hasta el Renacimiento enseñó al mundo la elegancia del vestido y de los embellecimientos, porque España –añadió– tiene la doble historia: una a partir de los Reyes Católicos, bien conocida, y otra, olvidada, anterior al descubrimiento de América; historia olvidada pero ilustre, cuyos acontecimientos influyeron en la civilización mundial. Lázaro mostró en proyecciones el tesoro godo de Guarrazar y la Dama de Elche, atestiguando así la finura artística y, por tanto, la civilización a que había llegado España en la materia tratada. José Lázaro fue muy aplaudido y felicitado por su magnífica conferencia”. En ella, Lázaro mostró piezas del tesoro visigodo de Guarrazar y, debemos mencionar, que se puso a disposición de Ramón Serrano Suñer, entonces Ministro de Asuntos Exteriores, para cualquier diligencia que se pudiera necesitar con motivo de la devolución de las coronas, entonces en Francia, a España.

El regreso
Esta intensa vida cultural de Lázaro acabará a comienzos de 1945, cuando, con ochenta y tres años recién cumplidos, decide regresar a España. Con él han de venir las obras de arte que reunió durante los cinco años de estancia en suelo americano. Bien por iniciativa propia o siguiendo el consejo de algún amigo, pensó en la posibilidad de trasladar su colección de Nueva York a Portugal y desde allí introducirla en España. Para ello se puso en contacto con el embajador de Portugal en Washington proponiéndole, si el gobierno portugués estaba de acuerdo, depositar las obras de su colección en el Museo Nacional de Arte Antiga mientras realizaba la tramitación correspondiente para trasladarla a Madrid. A cambio, organizaría en el Museo una exposición temporal y daría alguna conferencia. Al embajador le pareció bien su propuesta y escribió el 30 de enero de 1945 a João Couto, director del Museo de Janelas Verdes, como era y es conocido el Museo Nacional de Arte Antiga, para que le confirmarse si podría llevarse a cabo la exhibición con el fin de preparar los embalajes de las piezas y las diligencias de aduana. Couto, tras consultar con Eugenio Montes, agregado cultural de España en Lisboa, quien le dijo que no había ningún inconveniente de tipo político, contestó afirmativamente al embajador a pesar de no conocer las obras reunidas por Lázaro. Informó que el Museo se reservaría el derecho de selección de las piezas a exponer, aunque siendo propiedad de José Lázaro ya era una garantía.
Con estas noticias, y sabiendo que el Ministerio de Educación y Bellas Artes de Portugal había concedido el permiso de importación temporal, el 17 de marzo Lázaro y su colección parten hacia Lisboa a bordo del Quanza.

Texto: Carmen Espinosa Martín / Conservadora Jefe del Museo Lázaro Galdiano.
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