Vamos a dedicar tres entradas del blog oficial del Museo Lázaro Galdiano para que conozcáis los detalles de una de las piezas más conocidas y mejor documentadas de toda la Colección: Meditaciones de San Juan Bautista de «El Bosco». En esta primera entrada podréis conocer la fascinante historia de la tabla que viajaría hasta Róterdam sorteando los desastres de la Guerra Civil Española y, más tarde, el expolio del nazismo.

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La obra del Museo Lázaro es una de las pocas de atribución indudable de Hieronimus van Aeken, quien tomó de su ciudad de origen, Hertogenbosch, el nombre por el que es mundialmente conocido: Hieronimus Bosch, que derivará en la vulgarización española de «El Bosco«.

A pesar de haber tenido un taller de enorme éxito y una amplia producción, en la actualidad se conservan muy pocas de las pinturas de El Bosco: apenas se le atribuyen treinta y dos obras, el resto se perdieron en diferentes circunstancias. Para un coleccionista privado como José Lázaro contar con una de estas obras supone un auténtico triunfo, y para el Museo Lázaro es casi un sueño poder contar con esta tabla entre sus fondos. No solo la calidad de la pintura sino también las circunstancias de su llegada al museo la hacen única.

La tabla de El Bosco durante la Segunda Guerra Mundial

Pocos días antes de que se produjera el levantamiento de julio de 1936 contra la Segunda República Española, José Lázaro había cedido en préstamo su San Juan al Museo Boymans Van Beuningen de Róterdam para que participase en la exposición monográfica sobre el artista que allí se celebraba del 10 de julio al 30 de octubre de ese año. Llegado el mes de noviembre, la pintura no volvió a España porque, entre otras razones, tampoco se encontraba su propietario en el país. El cuadro permanecería muchos años en el museo de Róterdam. Lázaro volvió a interesarse por él una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, pero no fue hasta 1949 cuando las intrincadas gestiones de la Comisión Gestora de su herencia pudieron recuperarla para el Museo. El San Juan no solo se libró de los peligros que supuso la Guerra Civil Española para el patrimonio artístico, también tuvo que sortear los expolios a los que sometían las tropas alemanas a los países ocupados. El propio Director del Museo Boymans, el Sr. Bovenkamp, la escondió primero en el sótano del museo y después en los refugios del Mont St. Pierre, en Limbourg, con riesgo de su integridad física como él mismo argumentaba cuando Lázaro pretendía recuperar la obra y él que el cuadro quedase definitivamente en Róterdam completando la colección del museo. En definitiva, se trata de una pintura profundamente deseada, cuya presencia en el Museo está íntimamente ligada a la historia y a la eficacia de la gestión del patrimonio del mecenas. José Lázaro la publicó en el catálogo de su colección de 1926 con el nº 432. La historia anterior de la tabla nos es totalmente desconocida. Aunque existe un expediente sobre esta obra en el Archivo Lázaro-Florido, nada hay en él sobre su compra.

En la próxima entrada –que publicaremos el próximo viernes– podréis conocer el significado de los sorprendentes detalles que aparecen en la pintura y los cambios que fue sufriendo a lo largo de los siglos.

Texto: Amparo López Redondo / Conservadora Jefe del Museo Lázaro Galdiano.

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