Continuamos con la serie de entradas dedicadas a las Meditaciones de San Juan Bautista de El Bosco. Si la anterior la dedicábamos a conocer los avatares históricos de la obra en época de José Lázaro Galdiano, en esta ocasión nos centraremos en descubrir los detalles del cuadro, su simbolismo y sus secretos.
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El simbolismo de la planta y el secreto que oculta
Como toda la pintura del artista, esta tabla, ha suscitado la interpretación simbólica por parte de algunos estudiosos. En este caso el elemento más llamativo ha sido la planta que aparece en primer plano y que para algunos, como Ludwig von Tolnay o August Vermeylen, es la representación simbólica de la mandrágora, planta alucinógena a la que se atribuyen facultades demoníacas en la Edad Media y un carácter afrodisíaco que la vincula con la lujuria. Para otros, como Wilhelm Fraenger, su presencia en el cuadro se vincula al pasaje bíblico de Isaías 51.1-3 y se interpreta en relación con la resurrección de Cristo. Se ha discutido si se trataba de una calabaza, de una manzana amarga de la flor de la pasión o de un melón de agua y hasta se ha buscado explicación en el número de granos que de su fruto están siendo picoteados por un pájaro, tal vez un alcaudón. Sin embargo, parece más cierto que se trata de un producto de la imaginación del pintor: el fruto esférico se parece a aquellos entre los que discurren los juegos del universo bosquiano de El Jardín de las delicias. Las formas geométricas puras, abiertas o cerradas, en ocasiones rotas, son inherentes a su mundo pictórico.
Sin embargo, en esta ocasión la misteriosa planta tiene además otra función, la de cubrir la figura de un donante que se situaba delante de la figura del Bautista. Desconocemos por el momento de quién se trataba, a pesar de la nítida imagen que nos permite observar la fotografía infrarroja. Desconocemos asimismo las causas por las que, después de representarle ante el Bautista, el mismo Bosco hiciese desaparecer su imagen. Lejos de un complejo sistema alegórico, la supuesta mandrágora parece ser más bien un decorativo telón que oculta la figura de un personaje que tal vez no quedó satisfecho con su encargo o simplemente no retribuyó adecuadamente al pintor. Eso sí, un telón que participa en su totalidad del lenguaje pictórico del artista. Con ser verdaderamente misterioso este asunto, no es la única ocasión en que sucede: en la Crucifixión de Santa Julia del Palacio Ducal de Venecia, Hieronimus Bosch vuelve a ocultar a un donante.
Poco conocemos de la historia de la pieza antes de que llegase a la colección de José Lázaro Galdiano. ¿Queréis conocer las hipótesis que se han barajado sobre su procedencia? ¡Os las contaremos en la próxima y última entrada!
Texto: Amparo López Redondo / Conservadora Jefe del Museo Lázaro Galdiano.
Blog creado y actualizado por: Jose Mª Martín Écija | Internet y nuevos medios | Fundación Lázaro Galdiano

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