Un marfil bizantino en el Museo Lázaro Galdiano


El Museo Lázaro Galdiano conserva una extraordinaria colección de eboraria, que es como se denomina al arte de tallar el marfil. Expuesta, en su mayor parte, en la tercera planta del Museo (Sala 21), no es sin embargo de las colecciones más conocidas y estudiadas. En esta ocasión nos gustaría llamar la atención sobre una placa de marfil tallado que, por su tamaño, formato y los agujeros de anclaje de sus esquinas, debió de formar parte de la decoración de una arqueta u objeto similar (fig. 1).

Fig. 1. "La incredulidad de Santo Tomás", Bizancio, siglos X-XI. Marfil, 13 x 12 cm. Inv. 3330. Museo Lázaro Galdiano
Fig. 1. La incredulidad de Santo Tomás, Bizancio, siglos X-XI. Marfil, 13 x 12 cm. Inv. 3330. Museo Lázaro Galdiano

Representa a Cristo resucitado ante sus apóstoles, asunto descrito en el Evangelio de San Juan (20, 24-28). Días después de la Crucifixión, Cristo se presentó a sus discípulos por segunda vez y dirigiéndose a Tomás, quien había dudado de una aparición previa, le invitó a introducir su mano en la llaga de su costado. La composición llama la atención por la esbeltez de las figuras, el estilo clásico y monumental de la arquitectura y la simetría de la composición. En esta Cristo refuerza su centralidad mediante el nimbo, su mayor altura y por el rico fondo escenográfico que lo enmarca y destaca.

Gracias a Juan Antonio Álvarez-Pedrosa, Catedrático de Lingüística Indoeuropea de la Universidad Complutense de Madrid, sabemos que la inscripción grabada en griego en los ángulos reza “τῶν θυρῶν κεκλεισμλένον”, con errata típica del griego de esa época (κεκλεισμλένον en lugar de κεκλεισμλένων). Se trata de una frase del citado evangelio de San Juan (20, 26), “estando las puertas cerradas”, en alusión a las puertas del Cenáculo, el lugar donde se celebró la Última Cena y donde los apóstoles se reunían tras la Resurreción, siempre con las puertas cerradas por temor a los judíos (fig. 2).

Fig. 2. Detalle de la inscripción en griego.
Fig. 2. Detalle de la inscripción en griego.

El Imperio bizantino –y especialmente su capital, Constantinopla– vivió durante los siglos IX, X y la primera mitad del XI un período de esplendor político y cultural. Desde el siglo VII se había impuesto una cultura que exaltaba la lengua y tradición artística griega, de ahí el idioma de la inscripción, así como el uso de la arquitectura clásica. La historia, el poder político y la hagiografía –vidas de los santos– florecieron durante este período, surtiendo de escenas a todo tipo de creaciones artísticas. Entre ellas destacó el trabajo del marfil, principalmente en relieve, con delicadas creaciones para decorar arquetas, dípticos, trípticos e, incluso, para las encuadernaciones de libros. Trabajaron sobre todo con marfil africano, llegado a Bizancio desde Egipto. Eran obras lujosas y fáciles de transportar –muy apreciadas en Occidente por su material, calidad y el prestigio de su procedencia– que influyeron de forma notable en los artesanos locales, competidores desde el siglo XIII y prácticamente hegemónicos tras la caída del Imperio bizantino en 1453.

Fig. 3. Mapa de la evolución del Imperio Bizantino: siglo VI, hacia 1020 y en 1360. Fuente: Enciclopedia Británica.
Fig. 3. Evolución del Imperio Bizantino: siglo VI, hacia 1020 y en 1360. Fuente: Enciclopedia Británica.

Texto de Carlos Sánchez Díez, Departamento de Conservación del Museo Lázaro Galdiano.

Blog creado y actualizado por Jose Mª Martín Écija | Webmaster, Blogger y Community Manager | Museo Lázaro Galdiano

Deja un comentario