Dos obras del escultor Guglielmo Pugi en el jardín de Parque Florido


No todas las obras de la Colección Lázaro se encuentran en el interior del Museo. Antaño, en el jardín de Parque Florido podían verse, distribuidas entre la vegetación, numerosas piezas de escultura que le daban un aire de jardín arqueológico. Entre ellas figuraban varios bustos de emperadores romanos, una estatua dieciochesca de nereida con ketos y una pila bautismal –identificada por Ángela Franco como obra veneciana del siglo XII– que hoy se exhibe más adecuadamente en la sala 15 del Museo, junto al Bautismo de Cristo de Orazio Samacchini.

Foto 1. Palacio de Parque Florido. Fachada principal.
Foto 1. Palacio de Parque Florido. Fachada principal

La única de estas piezas que permanece en el jardín es la estatua de nereida, acaso Galatea, que antes se creía representación de Diana. De la serie de bustos de emperadores, algunos de los cuales –no todos– bordeaban un paseo paralelo a la tapia de la calle de Serrano, hoy solo quedan cuatro: los de Julio César y Nerón flanquean la puerta del edificio de La España Moderna, antigua sede de la editorial de José Lázaro, y dos más –Claudio (?) y Cómodo (?)– se hallan respectivamente frente a la entrada del Museo y en la hornacina de la cara norte del palacete. Pero si nos acercamos a la fachada principal, que mira a la calle de Claudio Coello, nos encontramos con un parterre presidido por un jarrón ornamental y frente a él, en las hornacinas del pórtico de la mansión, una pareja de esculturas de mármol, principal objeto de estas líneas. (Foto 1)

Hasta la fecha, dichas estatuas han pasado bastante desapercibidas, quizá por estar integradas en la decoración del edificio. Probablemente, en un interior, aisladas y dispuestas sobre pedestales, habrían concitado mayor atención.


Debieron llegar a Parque Florido hacia 1908, una vez que el arquitecto Francisco Borrás –siguiendo precisas instrucciones de Lázaro– acabó de dar al pórtico su configuración definitiva. Y desde luego tuvieron que estar colocadas en las hornacinas antes del 27 de mayo de 1909, fecha de la fiesta inaugural de la flamante residencia del matrimonio Lázaro-Florido. Dispuestas a derecha e izquierda del vano de acceso, estas esculturas eran lo primero que verían los invitados y lógicamente los dueños de la casa las elegirían con cuidado. Si don José había encargado a Juan Vancell –autor de la estatua de Cervantes en el frente de la Biblioteca Nacional– la realización del encasetonado clásico del techo del pórtico, seguramente fue doña Paula la que escogió esta graciosa pareja de esculturas que daba la bienvenida a los visitantes del palacio que lleva su nombre.

Miradas sin mayor detenimiento como meras piezas decorativas de jardín, se habían interpretado como posibles alegorías de dos estaciones, y se desconocía el nombre de su autor y su procedencia. Tras las pertinentes pesquisas, hoy podemos afirmar que salieron del estudio de Guglielmo Pugi (1850-1915) y que representan una Aguadora (Rebeca en el pozo) y una Espigadora. (Fotos 2 y 3)

La obra de Pugi se inserta en la vasta producción escultórica florentina de fines del siglo XIX y principios del XX, junto a la de otros artistas como Pietro Bazzanti, Cesare Lapini o Ferdinando Vichi, que demostraron no solo gran destreza técnica sino también una perspicaz sintonía con el gusto de la burguesía de la época. Nacido en Fiesole, Pugi se estableció en Florencia en 1870, donde creó un taller muy activo especializado en la realización de copias de famosas estatuas antiguas, bustos femeninos de fantasía inspirados en modelos renacentistas, asuntos mitológicos, alegorías y temas de género. Sus trabajos gozaron de una amplia demanda internacional, atendida de manera casi industrial con la ayuda de sus hijos Gino y Fiorenzo. En 1900 esculpió el busto del rey Humberto I que se alza en la plaza a él dedicada en Fiesole, y participó con sus hijos en la Exposición Panamericana de Búfalo de 1901 y en la Exposición Universal de San Luis de 1904.

El tema de Rebeca en el pozo, fácilmente asimilable a la moda orientalista del momento y muy representado también en pintura, fue una de las piezas más celebradas de Pugi que la repitió en diversos formatos y materiales, mármol de Carrara o alabastro de Volterra, en ocasiones combinándolos en busca de atractivos efectos polícromos. En las salas de subastas de Europa y América han aparecido en los últimos años varios ejemplares, todos ellos de tamaño inferior al natural, lo que distingue al de Parque Florido, que –al igual que la Espigadoraprobablemente fue realizado por encargo para adaptarse al hueco de la hornacina. (Fotos 4 y 5)

Foto 6. Guglielmo Pugi: Busto de mujer con turbante. Subastado en Catawiki
Foto 6. Guglielmo Pugi: Busto de mujer con turbante. Subastado en Catawiki

Su pareja, también tocada con turbante oriental, porta una gavilla de trigo con pose elegante, reflejando una visión idealizada de las labores campestres e intención meramente ornamental, muy alejada desde luego del realismo ennoblecido de las espigadoras pintadas por Jules Breton. El modelo no alcanzó tanta difusión como la aguadora bíblica, pero en versión reducida a busto tuvo considerable éxito y fue muy replicada en el taller de Pugi. (Foto 6)

  • Foto 7 (izq.). Cesare Lapini: Niño leyendo, 1889. Museo Lázaro Galdiano.
  • Foto 8 (centro). Cesare Lapini: Busto femenino, 1901. Museo Lázaro Galdiano.
  • Foto 9 (der.). Pasquale Romanelli: Venus y Cupido, c. 1885. Museo Lázaro Galdiano.

Ambas obras muestran un perfecto conocimiento de la tradición clásica, puesta al día con un sentido decorativo característico de los años del cambio de siglo, y vienen a sumarse a otras tres esculturas decimonónicas florentinas presentes en los fondos del Museo que fueron estudiadas hace años por Leticia Azcue (Academia, nº 108-109, 2009, pp. 174-178): un Niño leyendo (nº inv. 1416) firmado en 1889 por Cesare Lapini; un Busto femenino (nº inv. 1417) de 1901, también de Lapini, que en su día formó parte de la decoración del jardín; y un refinado grupo de Venus y Cupido (nº inv. 5558) esculpido por Pasquale Romanelli hacia 1885. (Fotos 7, 8 y 9)

Foto 10. Salón de la casa de Paula Florido en la calle Lavalle de Buenos Aires.
Foto 10. Salón de la casa de Paula Florido en la calle Lavalle de Buenos Aires.

Son piezas muy del gusto de Paula Florido, como demuestra el álbum fotográfico de su casa del nº 944 de la calle Lavalle de Buenos Aires, realizado por José Stanchina en 1899, que se conserva en el archivo de la Fundación Lázaro Galdiano. En la abigarrada decoración de sus estancias se ven pocos cuadros, pero abundan los bibelots y las esculturas, sorprendiendo la presencia de una copia del busto de Voltaire de Houdon sobre la chimenea del despacho de su tercer marido, Pedro Marcos Gache Astoul. En el salón ya estaba el Niño leyendo de Lapini, que debía agradar especialmente a doña Paula pues lo trasladó a Madrid, y entre muchas otras, en mármol o bronce, de busto o de cuerpo entero, destacaban –flanqueando la escalera de entrada– dos obras del taller de Orazio Andreoni: Muchacha con pandereta y una copia de la Venus agachada de Dedalsas.  (Fotos 10 y 11)

Foto 11. Entrada a la casa de Paula Florido en la calle Lavalle de Buenos Aires.
Foto 11. Entrada a la casa de Paula Florido en la calle Lavalle de Buenos Aires.

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Texto: Carlos Saguar Quer (Revista de arte Goya).

Blog creado y actualizado por Jose Mª Martín ÉcijaInternet y nuevos medios | Museo Lázaro Galdiano.

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